Al final de nuestra vida, en el ocaso de nuestras esperanzas, Dios recupera una nueva fe, una gracia del Espíritu; cuando ya todo parece apagarse en la vida en Zacarías y en Isabel, Dios suscita un nuevo paso de su Espíritu, un nuevo gozo. Tambien en nuestras vidas, cuando no creemos en la esperanza, buscamos a Dios.