En el principio ya existía aquel que es la Palabra,
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Ya en el principio él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por él
y sin él nada empezó de cuanto existe.
Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la recibieron.
Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan.
Éste vino como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
Él no era la luz, sino testigo de la luz.
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba;
el mundo había sido hecho por él
y, sin embargo, el mundo no lo conoció.
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron;
pero a todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
los cuales no nacieron de la sangre,
ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre,
sino que nacieron de Dios.
Y aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
Hemos visto su gloria,
gloria que le corresponde como a Unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
Juan el Bautista dio testimonio de él, clamando:
“A éste me refería cuando dije:
‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí,
porque ya existía antes que yo’ ”.
De su plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia.
Porque la ley fue dada por medio de Moisés,
mientras que la gracia y la verdad vinieron por Jesucristo.
A Dios nadie lo ha visto jamás.
El Hijo unigénito, que está en el seno del Padre,
es quien lo ha revelado.
Pidámosle al Señor nos ayude a entender tanto amor que nos tiene y hacer cada día las cosas como Él las manda, como en las quiere.
Señor Jesus, Simeón espero toda la vida para verte mientras nosotros te tenemos presente en la Eucaristía todos los días y en nuestro corazón por la vida de gracia. Ayúdanos a valorar la eucaristía, nuestra amistad contigo, y a estar decididos a morir antes que ofenderte. Niño Jesús, ayúdame a encontrarte en los demás y en la Eucaristía. Y concédeme ser consciente de tu presencia en mi corazón. Amen.
Después de que los magos partieron de Belén, el ángel del Señor se le apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto. Quédate allá hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo”.
José se levantó y esa misma noche tomó al niño y a su madre y partió para Egipto, donde permaneció hasta la muerte de Herodes. Así se cumplió lo que dijo el Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi hijo.
Cuando Herodes se dio cuenta de que los magos lo habían engañado, se puso furioso y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, conforme a la fecha que los magos le habían indicado.
Así se cumplieron las palabras del profeta Jeremías: En Ramá se ha escuchado un grito, se oyen llantos y lamentos: es Raquel que llora por sus hijos y no quiere que la consuelen, porque ya están muertos.
La fiesta es una celebración litúrgica en honor de Jesús, María y José. Esta fiesta es para considerar y promover la dignidad de la familia y para mostrar nuestro respeto a las personas en las familias. Desde sus inicios, la iglesia da importancia a la familia como unidad fundamental en la estructura de la Iglesia.
Sabemos muy poco sobre la vida de la familia de Jesús a través de la Sagrada Biblia. La Biblia presenta de los primeros años de la Sagrada Familia.
La familia sagrada no es una familia sin problemas, sino una familia que está abierta a la presencia de Dios.
Claro que hay familias tradicionales y modernas. Lo que muchas de estas familias tienen en común es el gran amor.
Vemos que la Sagrada Familia vivía según la tradición de su pueblo, cumpliendo con los ritos y costumbres de su religión. No se separaba de la comunidad. Llevaba al niño al templo y ofreció los sacrificios mandados por la ley.
Eso nos dice que es importante criar a los niños dentro de la tradición de nuestra religión. Todos estamos llamados a apoyar a las familias todo el momento.
En las familias siempre pasan crisis, y problemas económicos, la falta de comprensión, separación. Sea cual sea la situación familiar que vivimos: defender la familia desde el amor.
Es cierto que la familia de José, María y Jesús no es no es una familia perfecta. Ellos también han tenido las dificultades, desesperanzas, tristezas y luchas.
Puede ser que la familia de Jesús nos recuerda nuestras propias familias, puede ser que es una familia que nos ayuda a vivir nuestras vidas de una manera mejor.
Seguramente que la Sagrada Familia fue una maravillosa escuela de diálogo, de comprensión y de oración. Un modelo donde todos los cristianos podemos encontrar el ejemplo de que es posible vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
San Pablo nos da algunos consejos para la convivencia con otros: " sean compasivos, magnánimos, humildes, afables y pacientes. Sopórtense mutuamente y perdónense cuando tengan quejas contra otro, como el Señor los ha perdonado a ustedes.
Y sobre todas estas virtudes, tengan amor, que es vínculo de perfecta unión. Que en sus corazones reine la paz de Cristo......Sean agradecidos. Ensénense y aconséjense unos a otros. Todo lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el amor del Señor Jesús.
Sobre todas las cosas tener un corazón para perdonar y amar.
En esta fiesta de la Sagrada Familia, no nos olvidemos de dar gracias y de rezar por nuestra familia diaria, pero también por tantas familias que sufren por causas tan diversas.
Que todos nosotros, nos sintamos miembros de la familia de la Iglesia, que en ella aprendamos a vivir el amor, a compartir y a ayudarnos mutuamente, viviendo entre nosotros lo que hoy nos enseña la Sagrada Familia de Nazaret.
Por eso en esta fiesta vamos a pedirle a Dios que nos ayude a revalorizar a la familia para que sean realmente signo de la presencia de Dios en el mundo. Roguémosle a Dios que nos conceda la gracia de ser una familia unida… llena de paz y de amor.
El día de hoy, sábado 26 de diciembre, estamos reflexionando el Evangelio de Mateo 10, 17-22; además la Iglesia recuerda a San Esteban, protomartir. Este Evangelio de Mateo, nos habla de que los testigos de Jesús serán perseguidos. El Evangelio nos trae una gran enseñanza para todos los que nos llamamos cristianos, seguidores de Jesús; pues es un camino exigente y el que lo recorre con fidelidad y valentía, recibe el don prometido por el Señor. Jesús en su mensaje no nos engaña ni llena nuestro corazón de falsas promesas, antes nos dicen: “serán entregados a los tribunales, serán llevados a los gobernadores y reyes, serán odiados por causa de mi nombre” Es una misión difícil, pero no para los que confiamos plenamente en el Señor Jesucristo, porque quién persevere, alcanzará la salvación prometida por el Hijo de Dios, nuestro Señor
Oración:
Hoy queremos pedir al Señor que nos acompañen siempre en este camino de seguimiento, hoy queremos pedir a Nuestro Señor Jesucristo que nos acompañen siempre en este camino de seguimiento y que a pesar de encontrarnos con diferentes dificultades siempre tengamos la mirada fija en Él.
En el principio ya existía aquel que es la Palabra,
y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Ya en el principio él estaba con Dios.
Todas las cosas vinieron a la existencia por él
y sin él nada empezó de cuanto existe.
Él era la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas
y las tinieblas no la recibieron.
Aquel que es la Palabra era la luz verdadera,
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo.
En el mundo estaba;
el mundo había sido hecho por él
y, sin embargo, el mundo no lo conoció.
Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron;
pero a todos los que lo recibieron
les concedió poder llegar a ser hijos de Dios,
a los que creen en su nombre,
los cuales no nacieron de la sangre,
ni del deseo de la carne, ni por voluntad del hombre,
sino que nacieron de Dios.
Y aquel que es la Palabra se hizo hombre
y habitó entre nosotros.
Hemos visto su gloria,
gloria que le corresponde como a unigénito del Padre,
lleno de gracia y de verdad.
En aquel tiempo, Zacarías, padre de Juan, lleno del Espíritu Santo, profetizó diciendo:
“Bendito sea el Señor, Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
y ha hecho surgir en favor nuestro
un poderoso salvador en la casa de David, su siervo.
Así lo había anunciado desde antiguo,
por boca de sus santos profetas:
que nos salvaría de nuestros enemigos
y de las manos de todos los que nos odian,
para mostrar su misericordia a nuestros padres,
acordándose de su santa alianza.
El Señor juró a nuestro padre Abraham
concedernos que, libres ya de nuestros enemigos,
lo sirvamos sin temor, en santidad y justicia
delante de él, todos los días de nuestra vida.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor a preparar sus caminos
y a anunciar a su pueblo la salvación,
mediante el perdón de los pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto
para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte,
para guiar nuestros pasos por el camino de la paz’’.
Por aquellos días, le llegó a Isabel la hora de dar a luz y tuvo un hijo. Cuando sus vecinos y parientes se enteraron de que el Señor le había manifestado tan grande misericordia, se regocijaron con ella.
A los ocho días fueron a circuncidar al niño y le querían poner Zacarías, como su padre; pero la madre se opuso, diciéndoles: “No. Su nombre será Juan”. Ellos le decían: “Pero si ninguno de tus parientes se llama así”.
Entonces le preguntaron por señas al padre cómo quería que se llamara el niño. Él pidió una tablilla y escribió: “Juan es su nombre”. Todos se quedaron extrañados. En ese momento a Zacarías se le soltó la lengua, recobró el habla y empezó a bendecir a Dios.
Un sentimiento de temor se apoderó de los vecinos, y en toda la región montañosa de Judea se comentaba este suceso. Cuantos se enteraban de ello se preguntaban impresionados: “¿Qué va a ser de este niño?” Esto lo decían, porque realmente la mano de Dios estaba con él.
Señor Jesús, danos la confianza y generosidad de espíritu de María. Pido que no solo escuchemos tu voz y hagamos tu voluntad, sino que lo hagamos felices y sin miedo, llenos de gratitud por tu misericordia. Ayúdanos a contestar a tu llamada con un “Sí” exultante y concede a los que vayan a adorar a Jesus esta Navidad, hecho niño en Belén, participar de los bienes de su redención. Amen.
En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.
Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.
Una vez más nos encontramos intentando reflexionar juntos acerca de las Escrituras, acerca de la liturgia que nos ofrece en La Sagrada Palabra. El texto de hoy es del Evangelio de Lucas capítulo 1 versículo del 26 al 38. Aquella conocida escena de la Encarnación del Hijo de Dios; cuando el ángel visita a María y le dice que va a ser mamá del Hijo de Dios, mamá de Jesús. Si no hemos tenido la oportunidad de acercarnos a este texto bíblico en la Sagradas Escrituras Posiblemente no hemos hecho a través de una película, de actuaciones; lo que es, es que nos hemos acercado de alguna manera a él. Este este texto es muy bonito porque María se sorprende de aquella aparición que tiene, de aquel ángel que se le presenta y le dice María tú vas a ser la madre del Hijo de Dios. María le dio miedo y le preguntaba qué significaría aquello, que era lo que significaba; el Ángel le dice no temas María porque el poder de Dios bajará sobre ti, porque serás la madre del Hijo del Altísimo, María no entendía mucho aquello y el Ángel se lo explicó. Pero yo quisiera quedarme con la escena de aquel miedo que sintió María, María se sorprendió de aquel saludo y quisiera quedarme con ello porque eso del miedo es muy humano y me encanta resaltar esa actitud muy humana que María tuvo la de tener miedo. Porque es muy normal que nosotros sintamos miedo ante muchas situaciones, sino echa un poco de memoria y date cuenta que cuando te toca tomar una decisión importante, nos da miedo, que cuando vas a dejar la casa de tus padres te da miedo, que cuando tu hijo se está portando de una manera inadecuada te da miedo porque no sabes cómo corregirlo, cuando terminas la universidad y no sabes lo que te espera te da un poco de miedo, pues la respuesta a ese miedo siempre va a ser lo que se opone a él, lo que se opone al miedo no es la valentía, lo que se opone al miedo es la fe, y María tuvo fe y por eso el ángel y Dios obraron en ella, por eso nosotros ante cualquier situación donde tengamos miedo inmediatamente tengamos también fe por qué es la respuesta, porque es la salida ese miedo. Miren que todos los grandes profetas que Dios les ha dado una misión han tenido miedo Moisés, cuando Dios le pidió liberar a su pueblo le dijo Moisés no temas porque yo estaré contigo a Jeremías cuando le dijo que era muy joven y no sabía hablar Jeremías no temas porque tú irás a donde yo te diga y harás lo que yo te mande. Pues nosotros cuando tengamos miedo en esas situaciones difíciles, pidámosle al Señor no regale fe, porque es lo que se opone a ese miedo.
Oración: Pidámosle al Señor nos regale esa capacidad de hacer las cosas bien, hacerlas con valentía, de hacerlas con fe. No tengamos tampoco nosotros reparos en tener miedo, es normal tener miedo, pero es sobre todo y divino, lo más importante es tener fe; pidámosle al Señor nos dé la posibilidad de tener fe ante esos momentos de dificultad.
Hubo en tiempo de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, del grupo de Abías, casado con una descendiente de Aarón, llamada Isabel. Ambos eran justos a los ojos de Dios, pues vivían irreprochablemente, cumpliendo los mandamientos y disposiciones del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril y los dos, de avanzada edad.
Un día en que le correspondía a su grupo desempeñar ante Dios los oficios sacerdotales, le tocó a Zacarías, según la costumbre de los sacerdotes, entrar al santuario del Señor para ofrecer el incienso, mientras todo el pueblo estaba afuera, en oración, a la hora de la incensación.
Se le apareció entonces un ángel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías se sobresaltó y un gran temor se apoderó de él. Pero el ángel le dijo: “No temas, Zacarías, porque tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu mujer, te dará un hijo, a quien le pondrás el nombre de Juan. Tú te llenarás de alegría y regocijo, y otros muchos se alegrarán también de su nacimiento, pues él será grande a los ojos del Señor; no beberá vino ni licor y estará lleno del Espíritu Santo, ya desde el seno de su madre. Convertirá a muchos israelitas al Señor; irá delante del Señor con el espíritu y el poder de Elías, para convertir los corazones de los padres hacia sus hijos, dar a los rebeldes la cordura de los justos y prepararle así al Señor un pueblo dispuesto a recibirlo”.
Pero Zacarías replicó: “¿Cómo podré estar seguro de esto? Porque yo ya soy viejo y mi mujer también es de edad avanzada”. El ángel le contestó: “Yo soy Gabriel, el que asiste delante de Dios. He sido enviado para hablar contigo y darte esta buena noticia. Ahora tú quedarás mudo y no podrás hablar hasta el día en que todo esto suceda, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo”.
Mientras tanto, el pueblo estaba aguardando a Zacarías y se extrañaba de que tardara tanto en el santuario. Al salir no pudo hablar y en esto conocieron que había tenido una visión en el santuario. Entonces trató de hacerse entender por señas y permaneció mudo.
Al terminar los días de su ministerio, volvió a su casa. Poco después concibió Isabel, su mujer, y durante cinco meses no se dejó ver, pues decía: “Esto es obra del Señor. Por fin se dignó quitar el oprobio que pesaba sobre mí”.
Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.
Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.
Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz; Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé, y Jesé al rey David.
David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.
Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim, Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.
De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.
¡Hermanos y hermanas, hoy comienza el novenario de Navidad! Los textos litúrgicos y la palabra de Dios nos invitan a renovar el gozo por la venida de Dios entre nosotros, a vivir en este misterio de la Encarnación del Hijo de Dios que llamamos: Navidad. “Tanto amó Dios al mundo que le envió a su Hijo”, esa es la verdad de este tiempo y esa es la invitación que la liturgia cristiana quiere hacernos: sentir cerca de nosotros el amor de Dios que no quiere que su creatura preferida se pierda, sino que al contrario, vuelva a la comunión de amor en la que fue creado. Estos nueve días de preparación a la celebración de ese gran misterio de la Encarnación del Hijo de Dios nos sirvan para orar y entrar en comunión más intima con el Señor, pero también, no sirvan para imitar a ese Dios que ama mucho y que nos pide que nosotros también mostremos ese amor solidarizándonos con los necesitados de tal amor y de tal cuidado. ¡Si Él se encarnó para salvarnos, también nosotros debemos bajarnos de nuestro orgullo para poder servir a los que más nos necesitan!
El profeta Isaías nos guía en estos anhelos de ver a Dios ya actuando nuevamente entre nosotros: “Dejen, cielos, caer su rocío y que las nubes lluevan la justicia…” (Is. 45,7).
Dice el canto de Emilio Vicente Mateu: Que los cielos lluevan al justo, que la tierra brote al Salvador, que nos ilumine el Sol de la justicia, ven pronto, Señor.
Son las palabras del corazón humano que, lleno de fe y amor, espera la venida del Señor entre nosotros. Se expresa un deseo ardiente de su venida, pues lo necesitamos aquí con nosotros. ¿De dónde más podrá venir esa paz y esa justicia que necesitamos? ¿Quién acabará con el poder del mal, del dolor, de la enfermedad? El profeta Isaías nos invita a suplicar con fe que Dios se haga presente entre nosotros.
Y el pasaje del Evangelio de hoy eso es lo que nos enseña, a Dios actuando entre nosotros a través de su Hijo Jesús, tanto así que Juan Bautista, asombrado quiere confirmar su experiencia. Nos dice la lectura: “Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” Y Jesús no va a dudar en contestarle: “Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí.” (Lc. 7, 22-23).
¡Dichosos los que por la fe somos instrumentos de la acción de Dios entre nosotros!
Oremos: Que tu Palabra que nos ilumina en nuestro camino hacia la Navidad, nos ayude Señor a ver que tu venida al mundo hace más de dos mil años, trajo la salvación de Dios entre nosotros y que hoy como ayer, sigues actuando con nosotros y a través de nosotros. Que mantengamos esta fe y esta esperanza bien activa para que esta Navidad se renueve en nosotros el gozo de la salvación. Amén.
Hoy martes 15 de diciembre queremos reflexionar el Evangelio de Mateo 21 28-32 y nos habla de la parábola de los dos hijos: del que dice sí, pero no hace la voluntad del padre, y del que dice No, pero que en su corazón hay un cierto arrepentimiento y va al campo y hace la voluntad del padre. Queridos amigos y amigas, la enseñanza del día de hoy que queremos resaltar es que, en este mundo que está lleno de oportunidades, donde podemos decir “sí” pero que a la misma vez podemos decir “no” que, en cierta medida, tenemos nuestra libertad para elegir lo que es bueno para nosotros. Sin embargo, cuando aceptamos la voluntad de Nuestro Padre, es para unirnos más a Él, para vivir en coherencia, para aceptar su mensaje nuestro corazón; y por eso lo debemos reflejar en el trato con los otros, en nuestro diario vivir, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra oración, en nuestra meditación; ahí mostramos el verdadero rostro de Dios, que lo hacemos vida en nuestra vida.
Oración:
Queremos pedir a nuestro Dios que nos acompañe siempre en este caminar, en este mundo que está lleno de oportunidades para acercarnos más a Él de corazón y decir sí a la voluntad de Dios.
El Evangelio de hoy nos dice: “[..] mientras Jesús enseñaba en el templo, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y le preguntaron: ‘¿Con qué derecho haces todas estas cosas? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?’ Jesús les respondió: ‘Yo también les voy a hacer una pregunta, y si me la responden, les diré con qué autoridad hago lo que hago: ¿De dónde venía el bautismo de Juan, del cielo o de la tierra?’ Ellos pensaron para sus adentros: ‘Si decimos que del cielo, él nos va a decir: ‘Entonces, ¿por qué no le creyeron?’ Si decimos que de los hombres, se nos va a echar encima el pueblo, porque todos tienen a Juan por un profeta’. Entonces respondieron: ‘No lo sabemos’ Jesús les replicó: ‘Pues tampoco yo les digo con qué autoridad hago lo que hago’” (Mt 21, 23-27).
Este Evangelio muestra una vez más como fue la vida de Jesús por mucho tiempo—fue cuestionado y llamado a probar constantemente quien era. También, vivía cerca de personas que intentaban engañarlo para poder justificar sus malos sentimientos y acciones hacia Él. Me imagino cuán difícil debe de haber sido vivir tus días así, tendiendo que estar super atento todo el tiempo! Pero esto solo podría ser difícil para nosotros, porque Jesús, en el Evangelio de hoy, nos muestra que su Divinidad le permite tener el control absoluto de todo! Disfruté mucho ver como Jesús deja sin palabras a los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo y lo hace como con una pequeña sonrisa al final… como diciendo “ustedes no merecen Mi Tiempo ni Mis Palabras.” Si analizamos un poquito más profundo el accionar de los sumos sacerdotes, ellos muestran claramente que sus ideales no son tan fuertes como los predican—por lo contrario, pareciera ser que no tienen ideales FUERA DE ELLOS MISMOS—y es por eso que sus acciones son solo pensando en que es lo mejor para ellos, de que manera van a perder menos.
Queridos hermanos y hermanas. Reconociendo que todos aquellos que siguen a Cristo VERDADERAMENTE, pueden decir que en algunos momentos de sus vidas fueron cuestionados, observados y mal juzgados—reconozacamos también que TODO ESTO es solo una pequeña parte de nuestras vidas - y definitivamente NO ES LA PARTE MAS IMPORTANTE! Pensemos que ya que Jesucristo también experimentó esto durante su vida en este mundo, es en Él también en quien podemos encontrar - las fuerzas suficientes para continuar en el camino que YA hemos escogido. Así que a no bajar los brazos y a seguir luchando… a seguir llevando SU Verdad a donde quiera que vayamos… a seguir viviendo nuestras vidas de acuerdo a Sus deseos… pues de Él venimos y hacia Él iremos. Vivamos nuestras vidas MERECIENDO el tiempo y las palabras de Nuestro Señor.
Oremos: “Descúbrenos, Señor, tus caminos, guíanos con la verdad de tu doctrina. Tú eres nuestro Dios y Salvador y tenemos en ti nuestra esperanza. Acuérdate, Señor, que son eternos
tu amor y tu ternura. Según ese amor y esa ternura, acuérdate de nosotros.” (Sal 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9) Amén.
Adviento es camino de preparación para la Navidad. Pero, ¿en qué consiste esa preparación en concreto? ¿Cómo preparar los caminos al Señor que viene a este mundo en que nos ha tocado vivir? Las lecturas de este tercer domingo nos pueden servir de ayuda para comprender como hacer esa preparación.
Alégrense: porque ya estamos cerca para celebrar la navidad.
Hoy, el tercer domingo de Adviento. También se llama domingo de Gaudate: que significa alégrense.
El profeta Isaías anuncia los tiempos mesiánicos. Se venía anunciando de un gran "Ungido", un "Cristo" y "Mesías".
Un Salvador que nos diga dónde está la verdad del hombre y de Dios. Será maestro del consuelo, dará "buenas noticias" a los pobres y a todos los que sufren; sus palabras llegarán al corazón de todos los que esperan.
Esto le llena al profeta de gozo y alegría. Pues bien, también nosotros, todos podemos sentirnos ungidos por nuestro Dios y llenos de gozo en este tiempo de Adviento.
Además, tenemos el mensaje de san Pablo que nos dice, “Vivan siempre alegres”, otras palabras de consuelo. Es por eso que la Iglesia nombra al tercer domingo de Adviento, domingo de alegría. Es una alegría que no depende de la suerte ni de la condición económica, sino del amor infinito de Dios.
Juan el Bautista sirve como ejemplo para nosotros. una de las personas más importantes en la historia de nuestra fe. Plantado en medio del Adviento, el da testimonio de Jesús: “en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen” " (Juan 1,26).
Juan Bautista, la “voz” que prepara a los pueblos para acoger a Jesús, la “luz” del mundo. El objetivo de él no es centrar sobre sí mismo el foco de atención pública; él solo está interesado en llevar a la gente a acoger y a “conocer” a Jesús, “aquel” que el Padre envió con una propuesta de vida definitiva y de libertad plena para todos.
La misión que Dios le encomendó al Bautista fue testimoniar, con su vida y con su palabra, que Jesucristo es el Mesías e Hijo de Dios.
Jesús viene a nosotros cada momento, no como vino en Belén ni como vendrá al final de este mundo, sino en una venida íntima y a la vez comunitaria, reconocible sólo en la fe y en el amor fraterno. La única capaz de colmarnos de gozo y de avivar nuestra esperanza.
El Mesías volverá, y debemos estar preparados. Y la mejor preparación es dejarnos sanar por Jesús que ya vino hace dos mil años y que continúa estando presente en cada uno de nosotros haciendo milagros con su Gracia.
En este Adviento, nos preparemos para la llegada del Señor en la próxima Navidad.
Roguémosle al Señor que nos de la virtud de la paciencia, para que sepamos luchar con perseverancia contra nuestros defectos, y que nos volvamos más comprensivos y pacientes con los demás.
María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.
Juan ensena la preparación spiritual y lo más importante, llamada a la conversión y esta llamada es actual hoy en día; que debemos preparar, nuestro corazón arrepentido de todos los malos que hemos hecho, reconciliarse unos a otros, si tiene rencor, venganza, odio, con alguien reconcíliense. Si se levanta falso testimonio, mienten, engañan, maltratan, maldicen, pues deja lo y arrepentirse. Si hay familia que están viviendo con muchos problemas de infidelidad, egoísmo, amenaza, manipulación, infeliz, deshonestidad y sin comunicaciones pues, ahora es el momento de convertirse y reconciliarse con Dios paraqué así puede preparar sus corazones para dar le bienvenida a Jesús en su corazón y su hogar que nos trae una paz verdadera y una alegría más profunda por los siglos de los siglos…. Amen
En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: “Yo les aseguro que no ha surgido entre los hijos de una mujer ninguno más grande que Juan el Bautista. Sin embargo, el más pequeño en el Reino de los cielos, es todavía más grande que él.
Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los cielos exige esfuerzo, y los esforzados lo conquistarán. Porque todos los profetas y la ley profetizaron, hasta Juan; y si quieren creerlo, él es Elías, el que habría de venir. El que tenga oídos que oiga”.
“Ya viene el Señor para salvar a su pueblo. Dichosos los que estén preparados para salir a su encuentro” (Aclamación antes del Evangelio). Un bendecido y hermoso día para todos ustedes, nuestros queridos hermanos en Cristo.
El Evangelio de hoy nos dice: “En aquel tiempo, Jesús dijo: ‘Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y Yo los aliviaré. Tomen Mi yugo sobre ustedes y aprendan de Mí, que Soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque Mi yugo es suave y Mi carga, ligera’.” QUE HERMOSAS PALABRAS! Un mensaje de confianza, esperanza y entrega.
Meditando en el Evangelio de hoy pensaba cuantas veces he sentido agobiada, he sentido que las fuerzas para seguir adelante - con alegría - no estaban ahí. Hoy pensaba como diferente hubieran sido esos tiempos si yo hubiera puesto TODO en las manos de Jesús… pero no… no lo hice… y ahora veo –una vez más- que las veces que sentí abatida fueron SIEMPRE porque ponía TODO en mí- en mis fuerzas… y no en las Manos de Dios.
A pesar de reconcer la promesa de Jesús – “Vengan a Mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y Yo los aliviaré” – muchas veces permito que los problemas me superen ANTES de recurrir a Jesús. Y cada vez que ese problema pasa o es superado me digo: “¿por qué no tuve confianza desde el principio en Nuestro Señor?; ¿por qué permití una vez más que la angustia se apodere de mí en vez de tener esperanza, sabiendo que Dios está en control de todo?; ¿por qué no pude entregar TODO al Señor, sabiendo que Él se encargará -aún mejor que yo- de mi propia vida?. Mi respuesta a todas estas preguntas es “porque no puse a Dios primero”. Lo bueno aquí es que Dios siempre nos espera, y Su promesa es permanente… Él está siempre esperándonos para ayudarnos a cargar con todo lo que sea pesado para nosotros.
Queridos hermanos, pongamos ABSOLUTAMENTE TODO en manos de Dios. Los buenos momentos y los momentos no tan buenos. Pidamos constantemente Su presencia en nuestras vidas, aún en lo más básico, como por ejemplo, “por favor ayúdame Señor a que hoy no se queme la salsa que estoy cocinando.” Cada vez que invocamos su nombre, aún para cosas cotidianas, es una manera de reconocer que Él es Nuestro Señor, Él está en control de todo… y así debemos querer que sea.
Oremos juntos el Salmo Responsorial: “Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga Su Santo Nombre. Bendice al Señor, alma mía, y no olvides de Sus beneficios. Bendice al Señor, alma mía. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; Él rescata tu vida del sepulcro, y te colma de amor y de ternura. Bendice al Señor, alma mía.” (Sal 102, 1-2. 3-4) Amén.
stamos hoy, dispuestos a reflexionar el texto de Lucas, 1 del 26 al 38 este texto lo conocemos como La anunciación, en este texto vemos cuál maravilloso es el plan de salvación de Dios. Él escoge a María, para que sea portadora de ese Salvador y también nos está llamando a nosotros a que seamos parte de ese plan de salvación; en el texto del Génesis nos narran como fuimos separados a su proyecto a su amor por el pecado y ese pecado nos llevó a la muerte. Pero la descendencia de una mujer es la que va a venir a contrarrestar esa muerte, hacer que volvamos a tener amistad con nuestro Dios, vamos a ser restituidos en nuestra condición de hijos, entonces es por medio de nuestro Señor Jesucristo, Él, al redimirnos nos da la posibilidad de volver a estar cerca de Nuestro Señor y hoy en la fiesta de nuestra Madre de la Santísima Madre la Virgen María, nos reúne en torno a ser inmaculados, nos hace un llamado, porque no fue solamente ese llamado a María participar en esta historia de la salvación, sino que es a nosotros hoy particularmente a cada uno de los que estamos aquí, escuchando esta reflexión, a cada uno de los que escuchan el Evangelio en general, todos estamos invitados a ser parte de esa historia de salvación en la que nos invita a que también nosotros vengamos y hagamos parte de Jesucristo; Él que nos trae nuestra redención y podamos poseer este aroma purificador del perdón; de esta manera nosotros vamos a hacer inmaculados como nuestra Madre, vamos a poder ser salvados por Él y ser consecuentes con ese llamado que nos tiene. Hoy nos llama a que podamos decirle un Sí pero un Sí de verdad, comprometido a que transformemos nuestra vida, a que transformemos nuestros ser a imagen de la Virgen María inmaculada.
Un día Jesús estaba enseñando y estaban también sentados ahí algunos fariseos y doctores de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. El poder del Señor estaba con él para que hiciera curaciones.
Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de entrar, para colocarlo delante de él; pero como no encontraban por dónde meterlo a causa de la muchedumbre, subieron al techo y por entre las tejas lo descolgaron en la camilla y se lo pusieron delante a Jesús. Cuando él vio la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: “Amigo mío, se te perdonan tus pecados”.
Entonces los escribas y fariseos comenzaron a pensar: “¿Quién es este individuo que así blasfema? ¿Quién, sino sólo Dios, puede perdonar los pecados?” Jesús, conociendo sus pensamientos, les replicó: “¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil decir: ‘Se te perdonan tus pecados’ o ‘Levántate y anda’? Pues para que vean que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados –dijo entonces al paralítico–: Yo te lo mando: levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”.
El paralítico se levantó inmediatamente, en presencia de todos, tomó la camilla donde había estado tendido y se fue a su casa glorificando a Dios. Todos quedaron atónitos y daban gloria a Dios, y llenos de temor, decían: “Hoy hemos visto maravillas”.