Queridos hermanos, pidamos al Señor que Su Santa Presencia en nuestras vidas se vea reflejada en la manera en la que tratamos a aquellos que nos rodean. Pidamos tener un corazón puro, sencillo, y sensible para poder así reconocer—y atender—las necesidades de nuestros hermanos más necesitados. Digamos confiados al Señor: tuyos somos y tuyos queremos ser. Amén.