Padre celestial, tú que enviaste a tu Hijo Jesús a formarnos, a guiarnos y sanarnos, sana nuestras debilidades, transfórmalas en seguridad al hablar y compartir de ti, que sea tu voz la que se escuche y no la mía, que sea tu presencia la que nos dé el ímpetu a seguir; y que el miedo al rechazo no nos desaliente. Te lo pedimos en nombre de Jesús. Amen