Te aclamamos, Dios que nos salvas, y nos acercamos a ti, llenos de júbilo, y te damos gracias. Haz, Señor, que no seamos sordos a tu voz. Que vengamos, y puestos de rodillas, te adoremos y te bendigamos, pues tú eres quien nos hizo, tú eres nuestro Dios y nosotros, tu pueblo. Que hoy Señor, no seamos sordos a tu voz, sino que nos alegremos por tu salvación. Amén.