Señor, Jesús, tú me conoces y me llamas por mi nombre. Tu conoces mis pecados, debilidades y malos hábitos, pero aun así me llamas por mi nombre, no para condenarme, sino para ser mi amigo y mi Salvador. Hoy te pido un corazón humilde para poder reconocer mis pecados y avergonzarme de ellos con el propósito de cambiar. Quiero mantener mi casa limpia, mi corazón limpio y digno para que habites en él todos los días de mi vida. Amén.