Mis hermanos y hermanas, concluyamos nuestra reflexión con una pequeña oración: Padre del Cielo, envía tu Espíritu a nuestros corazones para que sepamos descubrir tu voluntad y tener la convicción y fortaleza de hacerla. Permítenos experimentar la alegría de ser tus hijos y de ser parte de tu gran familia que es la Iglesia. No permitas que el pecado nos deje en la orfandad espiritual. Ayúdanos a ser buenos hijos tuyos. Amén.