Santa Lucía, no escondiste tu luz debajo de una canasta, sino que la dejaste brillar para todo el mundo, por todos los siglos, para ver. Es posible que no suframos torturas en nuestras vidas como lo hiciste tú, pero aún estamos llamados a dejar que la luz de nuestro cristianismo ilumine nuestras vidas diarias. Ayúdanos a tener el valor de incorporar nuestro cristianismo a nuestro trabajo, nuestra recreación, nuestras relaciones, nuestra conversación, -a cada rincón de nuestro día.