En efecto, por el bautismo nos hacemos hijos de Dios. Somos curados del pecado original. Gracias a este sacramento se nos abren las puertas del cielo y comenzamos a ganar méritos en el gran desafío que es la vida. Dios nos da su gracia. A nosotros nos corresponde hacerla fecunda, hacerla crecer cada día nuestras vidas. «el Espíritu Santodescendió en forma corporal, como una paloma, sobre Él, y se dejó oír del cielo una voz: “Tú eres mi Hijo amado, en Ti me complazco”. Hemos de lograr que el Padre también exclame de cada uno de nosotros: “Éste es mi hijo amado... en él me complazco...” Y todo ello porque tratamos de agradarle en todo, correspondiendo a ese don tan maravilloso que nos vino por el bautismo, el don del Espíritu Santo.
Que todos aquellos con los que convivimos expresen en nosotros esa paloma invisible que se traduce en santidad y en donación hacia nuestros hermanos y hrmanas. Una vez que Cristo se hizo bautizar, comenzó de lleno su misión apostólica.
Seamos apóstoles y portadores del mensaje redentor y salvífico de Cristo en este mundo herido y que sigue sangrando por sus pecados. Amen.