¡Oh Dios, Señor del mundo y de todos los pueblos! Tú has preparado desde siempre una fiesta para todos tus hijos y nos quieres reunir a todos en torno a tu mesa para participar en tu misma vida. Te damos gracias por habernos llamado a tu Iglesia por medio de Jesús tu Hijo. Tu Espíritu nos haga siempre atentos y disponibles para continuar acogiendo esta invitación. Que la conversión sea el traje que vamos purificando más y más hasta que llegue el día en que nos den la bienvenida en la fiesta de tu Reino junto con una multitud de hermanos. Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor. Amén.