Seguir a Jesús de una manera clara y concreta, presupone una capacidad de renuncia a muchas realidades humanas, que, aunque aparentemente están en orden a nuestra realización como hijos amados de Dios, terminan siendo un obstáculo en este noble propósito. La pauta ideal, desde el ámbito de Dios para atender de la manera debida cada una de estas realidades humanas, tan legítimas en cada uno de nosotros, nos la da el mismo Espíritu de Dios.