Ser discípulo de Cristo es caminar por donde él caminó, es seguir sus pasos, desde Nazaret hasta Jerusalén, hasta el calvario y hasta la resurrección. Con la cruz de cada día a cuestas. Aunque el discipulado resulte costoso, somos discípulos del Maestro y Él siempre nos acompaña. Hoy roguémosle al Señor que, nos conceda la gracia de amar a Dios y amar a nuestros prójimos como Dios nos ha amado a nosotros. Amen.