Padre de bondad, justo y misericordioso, envía tu Espíritu a nuestros corazones para que con un corazón humilde y agradecido queramos siempre hacer tu voluntad. Sana, transforma y renueva nuestras vidas día tras día, y libéranos de la soberbia, la envidia y la avaricia. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.