“Bendice, al Señor, alma mía; Señor y Dios mío, inmensa es tu grandeza. ¡Qué numerosas son tus obras, Señor! Que Dios sea glorificado para siempre y se goce en sus creaturas. Ojalá que a Él le agraden mis palabras y yo me alegraré en el Señor.” Amén
que ese espíritu del resucitado nos anime a todos a ver en esta Iglesia ese mundo querido y deseado por Dios como testimonio hecho vida y no discurso sino testimonio de vida con los demás, de cuidado y de atención de vida para todos. Hermanos, tengan ustedes una fiesta de pentecostés viva y eficaz ahí en la tarea que el Señor nos colocó. Hasta pronto.
Dios creador nuestros, nuestro amor por tu Hijo está aquí, pero somos apáticos en demostrarlo, sin embargo sabemos que sin ti nada somos, y En nombre de la santísima trinidad nos resguardamos siempre. En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amen
Podría ayudarnos una máxima ignaciana: “En todo amar y servir”. Amar es verdad que no es fácil, porque las relaciones humanas son complejas, pero con apertura y disponibilidad se aprende.
¡Ojalá! Que todos los trabajos, todas las tareas que Dios pone en nuestras manos a nuestra disposición, sea las herramientas de la salvación de los demás, que nos falte predicar la palabra de Dios, hablar de Él en cada circunstancia. Estamos en el mundo y Dios nos envía al mundo; pero también nos dice que como El, no somos del mundo.