Los invito pues en este vigésimo séptimo domingo del tiempo ordinario a recordar que nuestra fe nos debe llevar a confiar profundamente en la providencia del Padre, y qué producto de esa confianza nosotros no nos olvidemos de comunicar a otros con humildad y sencillez el evangelio la buena noticia.
Padre nuestro y lleno de bondad, por los méritos de tu hijo Jesucristo, permítenos experimentar la alegría de ser tus hijos y llenos del Espíritu Santo, compartir nuestra alegría con los demás. Amén.
Apoyemos el grito del Papa Francisco de Cuidar Nuestra Casa Común ya que aún es tiempo de hacer algo por ella. Que los frailes menores, los capuchinos, los conventuales, las hermanas Clarisas y la Orden Seglar nos ayuden a dar testimonio de la grandeza espiritual de San Francisco, cuidando nuestra casa común y velando por la vida digna de todos, especialmente los pobres y los enfermos. Amén.
Quisiera en este día, poder pedir a Dios que nosotros podamos caminar con otros y otras. Aunque no es fácil, que tengamos la fuerza necesaria para hacer la tarea. Quisiera pedir también, que podamos ser discípulos capaces de compartir esta buena nueva que conocemos Jesús resucitado.
Pidamos a Cristo la gracia de ganarnos el primer puesto en el reino de los cielos por nuestra sencillez y sinceridad en el momento de servir a los demás. María, madre nuestra, enséñanos a ser como niños. Cambia nuestro corazón y hazlo como el de tu Hijo Jesús. Que aprendamos, como Él, a vivir siempre en las manos del Padre. Por Jesucristo Nuestro Señor, Amen.