Señor, permítenos reconocer que tú eres el agua que da vida eterna; una fuente inagotable donde podemos lavar las manchas del pecado; un río de amor y misericordia infinita; una corriente de tal fuerza en la que no vale la pena ir en contra, ya que siempre sabes hacia donde llevarnos y lo que es mejor para nosotros. Amén.