Conviene que tengamos siempre presente: no hay mal puro de un lado y bien puro de otro. Mal y bien se mezclan en el mundo, en la vida y en el corazón de cada uno de nosotros. Roguémosle a Dios nos conceda la gracia de eliminar las malas hierbas de nuestra mente y de nuestra vida y crecer en amor y solidaridad con los demás.